Estamos en el tiempo del Adviento, una época especial que la Iglesia nos regala para reflexionar, para mirar dentro de nosotros mismos y abrir el corazón. Es un tiempo de espera, pero no de una espera pasiva, sino de una activa, como quien prepara su casa para recibir a un invitado muy querido. El invitado que esperamos no es cualquiera: es Jesús, quien quiere nacer en nuestra vida, en nuestro corazón, una vez más.
Adviento: Un llamado a Convertirnos de corazón
Adviento no es solo una cuenta regresiva para Navidad. Es un llamado profundo a convertirnos, a cambiar aquellas partes de nuestra vida que necesitan la luz y la gracia de Dios.
La conversión de corazón significa que estamos dispuestos a dejar que Dios transforme nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar. Es permitir que Jesús nazca en cada rincón de nuestra vida y Corazón, incluso en aquellos que preferimos esconder o ignorar.
Pero, ¿Qué nos detiene? Cada uno de nosotros tiene obstáculos en su relación con Dios. Tal vez sea la falta de tiempo, porque vivimos siempre corriendo de un lado a otro. Tal vez sean las distracciones, el teléfono, las redes sociales, que nos llenan de ruido y nos hacen olvidar lo esencial. Quizá sea una herida que llevamos cargando hace tiempo, una tristeza, una culpa, o incluso la indiferencia.
Lo importante no es negar estos obstáculos, sino reconocerlos. ¿Qué nos está impidiendo abrirle el corazón a Dios? ¿Qué cosas nos están alejando de vivir con plenitud la alegría que Él nos quiere dar?
Trabajar en nuestra relación con Dios
La buena noticia es que no tenemos que superar estos obstáculos solos. Dios no nos pide que seamos perfectos para seguirlo, sino sinceridad. Él quiere caminar con nosotros, guiarnos y ayudarnos a quitar esas piedras del camino. Este Adviento, es una invitación a tomarnos un momento para hacer silencio, para hablar con Dios como con un amigo, y pedirle que nos ayude a superar aquellos obstáculos que no nos permiten convertirnos de corazón.
No tengas miedo de acercarte a los sacramentos
La Confesión, por ejemplo, es una oportunidad hermosa para descargar las cargas que llevamos y sentirnos renovados. La Eucaristía nos fortalece y nos llena de la gracia necesaria para continuar este camino de conversión.
Cuando llegue la Navidad, Jesús no quiere encontrar en nosotros un corazón perfecto, sino uno dispuesto. Uno que, aunque caiga, se levante. Uno que, aunque dude, confíe. Uno que, aunque tenga heridas, las ofrezca con humildad.
Este Adviento, es una oportunidad única para convertirnos de corazón. No la desaprovechemos. Dejemos que Jesús nazca en nuestra vida, y que su luz transforme todo lo que somos.
¡Ánimo! Él ya está viniendo, y nos espera con amor.