Hoy quiero invitarles a reflexionar juntos sobre una palabra sencilla pero poderosa: Confiar. Qué hermoso es poder tener en quien confiar, saber que existe alguien que siempre está allí para nosotros, alguien que nunca nos va a fallar. Sabemos también el dolor que trae una traición cuando abrimos el corazón y, en lugar de recibir comprensión, nos encontramos con engaño.
Pero en Dios, esa confianza es diferente. La confianza en Él es una certeza que nos sostiene, porque sabemos que Dios nunca nos traiciona, nunca nos abandona.
¿Qué Significa Confiar en Dios?
Confiar en Dios significa tener una esperanza firme de que todo, en sus manos, saldrá bien. Cuando decimos por ejemplo “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”, estamos expresándole nuestra confianza a Dios. Confiar en Dios es descansar en la certeza de que Él cumple sus promesas, de que no nos abandona, de que nos sostiene incluso en los momentos más oscuros.
A veces, confiar en Dios no significa entenderlo todo, sino aceptarlo con fe. Es abrazar la cruz, aunque a veces sea pesada. Es entender que sus planes son mejores que los nuestros, incluso cuando no los comprendemos del todo. Es caminar por un valle oscuro sabiendo que Él está ahí, es llorar con la certeza de que Él será nuestro consuelo, es abandonarnos en sus manos y decirle “sí” a su voluntad.
Abandonarnos en las Manos de Dios
Confiar en Dios es, entonces, saber que Él está trabajando, incluso cuando no lo comprendemos. Es aceptar que hay un plan, aunque en este momento solo veamos una parte de la imagen. Es vivir sin preocuparnos, sino ocupándonos, sabiendo que Él tiene el control. Confiar en Dios es recordar que todo lo que hace o permite en nuestras vidas será para nuestro bien, porque Él nunca nos hará daño.
Confiar en Dios no es esperar que Él elimine nuestros problemas, sino que nos acompañe y nos guíe en medio de ellos. Cuando comprendemos esto, las cargas se alivian, y el miedo cede paso a una paz que solo Él puede brindar.
Confiar en Dios debe ser una forma de vivir. Es elegir día a día el camino de la fe, en medio de nuestras luchas y debilidades. Es saber que, aunque a veces nuestros planes no salgan como esperamos, los planes de Dios son mejores y más altos que los nuestros. Cada vez que enfrentamos incertidumbre, debemos recordar que Dios conoce el final de la historia, incluso cuando nosotros solo vemos una página.
Nuestras preocupaciones, nuestros temores, y nuestros sueños más profundos. Pongámoslos en sus manos con confianza y digamos con fe: “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.”
Al final, confiar en Dios es una invitación a vivir en paz. Es permitirnos sentirnos seguros, sabiendo que Él nunca nos defraudará. Esta confianza nos permite caminar con esperanza, enfrentar el futuro sin temor y vivir cada momento con gratitud.
Abandonémonos en sus manos. Entreguémosle nuestras preocupaciones y permitamos que su paz llene cada rincón de nuestro corazón. Dejemos que Él tome el control, y en cada paso que demos, proclamemos desde lo más profundo de nuestro ser: “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.”