7 ERRORES AL CONFESARSE Y COMO EVITARLOS

La confesión es uno de los regalos más grandes que nos ha dejado Jesús, una oportunidad de recibir su perdón y de comenzar de nuevo. Aunque muchos acudimos al confesionario con buenas intenciones, hay errores que solemos cometer sin darnos cuenta y que pueden impedirnos vivir este sacramento con profundidad.

Hoy compartiremos con ustedes los siete errores más comunes al confesarse y cómo podemos evitarlos:

1. Falta de Arrepentimiento y Propósito de Enmienda

Un error frecuente es ir a confesarse sin tener una verdadera contrición, es decir, sin arrepentirse sinceramente de los pecados cometidos. A veces vamos por costumbre o por compromiso, pero si no sentimos un arrepentimiento verdadero, la confesión no es válida. El arrepentimiento puede darse de dos formas:

Por Contrición, que es el arrepentimiento por amor a Dios, porque entendemos que lo hemos ofendido.

Por Atrición, que es el arrepentimiento por temor a las consecuencias de nuestro pecado, como el castigo o el infierno.

Ambos tipos de arrepentimiento son válidos. No debemos pensar que el arrepentimiento solo por miedo es malo; de hecho, el Catecismo nos enseña que incluso este tipo de dolor es un don de Dios. Sin embargo, siempre debemos aspirar a la contrición, arrepintiéndonos no solo por temor, sino principalmente por amor.

Además, el propósito de enmienda es fundamental: no basta con arrepentirse, sino que necesitamos tomar las decisiones concretas para alejarnos del pecado. Por ejemplo, si te confiesas de haber caído en malas compañías, quizás necesites evitar esos lugares o amigos que te llevan a caer en pecado.

2. No Hacer una Confesión Completa

La confesión es una conversación directa y honesta con el Señor. No tiene sentido disimular o maquillar nuestras faltas. A veces, por vergüenza, utilizamos expresiones que suavizan la gravedad del pecado o lo hacemos parecer menos de lo que realmente es. Cuando esto sucede, no estamos siendo sinceros y puede que el Sacerdote no entienda la magnitud de lo que necesitamos confesar. Por ejemplo, en vez de decir “dije una mentirita”, es mejor expresar con claridad y detalle lo que hicimos, sin exageraciones, pero tampoco minimizando la situación.

Una confesión completa debe incluir:

Frecuencia de cada pecado (si es relevante). No es lo mismo haber hecho algo una vez que hacerlo habitualmente.

Circunstancias necesarias para que el sacerdote entienda mejor el pecado, pero evitando detalles innecesarios, especialmente en temas de pureza.

3. Omitir Pecados Mortales Voluntariamente

Puede ocurrir que, al estar frente al sacerdote, nos sintamos avergonzados de mencionar algún pecado grave, y por eso decidimos omitirlo. Este es un error que invalida la confesión, ya que estamos siendo deshonestos. Si un pecado se nos olvidó sin querer, simplemente podemos confesarlo en la próxima ocasión. Pero si lo ocultamos a propósito, el sacramento no surte efecto, pues la confesión debe ser completa y sincera.

4. No Hacer un Buen Examen de Conciencia

Es esencial hacer un examen de conciencia profundo antes de acudir a confesarse. No hacerlo puede llevarnos a una confesión superficial o incompleta. Les recomiendo que, antes de ir al confesionario, se reserven un momento de silencio, en un lugar tranquilo, y pidan la ayuda del Espíritu Santo. Pueden llevar un papel y apuntar lo que les venga a la mente para no olvidar nada importante. Un examen adecuado nos ayuda a ver más claramente en qué estamos fallando y qué debemos cambiar.

5. Divagar o Irse por las Ramas

La confesión debe ser breve y al grano. A veces, por nervios o por querer justificar nuestros actos, damos demasiados detalles y hacemos la confesión más larga de lo necesario. Si es necesario hablar sobre el contexto de lo que sucedió, puede ser mejor reservarlo para una dirección espiritual, que es un momento distinto de la confesión. En este sacramento, es suficiente con expresar nuestros pecados de manera clara y directa, evitando rodeos o detalles innecesarios.

6. Justificarse

Es común que, al confesar nuestros pecados, queramos justificarlos. Frases como “es que hice esto porque me provocaron” o “hice esto porque la situación me llevó” no corresponden en el confesionario. La confesión es un acto de humildad, y debemos reconocer nuestras faltas sin tratar de excusarlas. Jesús nos recibe con amor y quiere escuchar que aceptamos nuestra responsabilidad y que estamos dispuestos a cambiar.

7. Confesar los Pecados de Otras Personas

La confesión es personal. A veces, mientras confesamos, comenzamos a hablar sobre lo que hicieron los demás, como si fuéramos a “explicar” que nosotros no fuimos tan responsables de nuestros actos. Este es un error, pues el sacramento es para reconciliarnos con Dios por nuestros propios pecados, no para hablar de los errores de los demás. El confesionario es un lugar sagrado para nuestro encuentro con Dios, un momento íntimo para asumir nuestras faltas y recibir la gracia del perdón.

Cinco Pasos para una Buena Confesión

Para vivir el sacramento de manera plena, debemos seguir cinco pasos prácticos:

Examen de Conciencia: Hacer una revisión cuidadosa de nuestras faltas. Pidiéndole al Espíritu Santo que nos ilumine sobre lo que necesitamos cambiar.

Arrepentimiento Sincero: Sentir dolor de nuestros pecados, ya sea por amor a Dios o por temor de las consecuencias, y pedirle a Dios la gracia de un arrepentimiento genuino.

Propósito de Enmienda: Debemos decidir firmemente no volver a caer en esos pecados y tomar acciones concretas para evitarlos.

Confesión Completa y Sincera: Ir al confesionario y exprésale nuestros pecados al sacerdote de manera clara y completa.

Cumplir la Penitencia: Después de recibir la absolución, debemos realizar la penitencia que nos haya dado el Sacerdote. Esto es parte de la reparación que debemos hacer por nuestros pecados.

El Sacramento de la Penitencia es un gran regalo que nos permite recibir la misericordia de Dios. No tengamos miedo de confesarnos ni de ser sinceros con Él. Cuando vamos con humildad y honestidad, recibimos un nuevo comienzo y la gracia para alejarnos de los pecados que nos dañan.

Que nunca nos falte el valor de confesarnos y de buscar el perdón de Dios con el corazón abierto.